Hemos pasado el 2020 y para muchos fueron tiempos sin precedentes en la historia reciente de la humanidad. Y para las iglesias en primer lugar y luego también para las agencias misioneras, fue un tiempo de reflexión acerca de su identidad y esto despertó un sinnúmero de inquietudes acerca de cómo proseguir la “Gran Comisión”.
“Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. Juan 20:20-22
Después de escuchar a muchos formular la pregunta “¿si tiene futuro la misión?”, en el marco de COMIBAM internacional, después de varias jornadas de reflexión, nos atrevemos a proponer que la pregunta puede ser mejor formulada si hablamos de “nuestro futuro en la misión”, porque el futuro de la misión, siguiendo una línea bíblica clara, no está en juego.
El futuro de la misión es de Dios porque es Su misión (missio Dei). Nosotros, por su gracia, hemos sido invitados a ser parte de su plan como agentes de salvación, pero los resultados al final de la historia están en manos del Dios del universo. Así que, si la pregunta se presenta de esta manera mirando al futuro, entonces se abre un abanico de oportunidades para reflexionar y generar ideas y propuestas sobre cómo seguir adelante con la responsabilidad que tenemos según quiénes somos y cuál es nuestro contexto y realidad.
En este sentido, las palabras dichas por el Dr. Samuel Escobar en una entrevista, donde hablaba sobre el futuro de la misión después del congreso de Lausana en el año 2010 en Cape Town, son muy atinadas:
“En mi caso, me referí a los planes humanos y las sorpresas divinas en la misión cristiana. Los planes cuidadosos y detallados de Edimburgo 1910 resultaron improcedentes ante las dos guerras mundiales, los totalitarismos de derecha e izquierda y el fin del colonialismo europeo. La neta distinción que Edimburgo sostenía entre “países cristianos” y “países no cristianos” al definir la misión, perdió sentido ante la rápida paganización de Europa. La gran sorpresa en esas décadas iniciales del siglo veinte fue el surgimiento del movimiento pentecostal, nacido en el mundo de la pobreza y marcado por una apertura a la obra del Espíritu Santo y un gran celo evangelizador”.
Muchos dicen que vivimos un momento en el mundo único, mientras otros arguyen que ya hemos pasado por varias pandemias en la historia de la humanidad. En todo caso, desde una perspectiva sociológica-científica, no es posible construir una comparativa directa entre las catástrofes anteriores y la actual. Esto, debido a que los contextos y el desarrollo humano son totalmente diferentes y, por lo tanto, las expectativas sobre la actuación y el resultado frente a situaciones como la pandemia COVID-19 deberían ser también diferentes.
Entonces esto nos deja frente a la encrucijada de no tener un mapa u hoja de ruta certero para proponer planes muy estructurados hacia adelante, pero sí una serie de principios o premisas a considerar y que paso a sintetizar.
El futuro de la misión no está en juego.
Desde mi perspectiva, para responder a la pregunta “¿cuál es nuestro futuro en la misión?”, es imprescindible tener en cuenta tres elementos a la hora de intentar descifrar qué está pasando y qué pasará con la obra misionera a corto, mediano y largo plazo. Estos tres elementos son: a) el modelo cristológico en la misión como modelo de todos los tiempos y bajo todas las circunstancias; b) la apertura al impulso y liderazgo del Espíritu Santo como el director de la obra misionera en estrategias, tiempos y detalles; c) el discernimiento de contexto y momento como escenario permitido por Dios (Soberano) en las diferentes épocas de la historia de la humanidad.
El futuro de la Misión está garantizado por Dios, porque es Su Misión (missio Dei) y nosotros, por Su gracia, hemos sido invitados a ser parte de Su Plan Global.
Tenemos por lo menos tres elementos claros a considerar para cumplir Su misión:
• Modelo: Jesucristo (Juan 20:21)
• Impulso y estrategia: El Espíritu Santo (Hechos 1:8)
• Análisis del contexto: Se abre un nuevo ciclo en la misión de Dios.
Análisis del contexto
A lo largo de la historia, en cada nuevo ciclo, cambió el actor principal, cambió el escenario, la estrategia y los recursos o medios usados por Dios en ese nuevo tiempo. Esto es muy importante y hay que tenerlo muy en cuenta.
Hoy, frente a la crisis/oportunidad que vivimos, debo entender que Dios nos puso primeramente en “pausa”: En un tiempo como este, debemos tener en cuenta tres elementos claves:
• Hay cosas que voy a tener que DEJAR DE HACER.
• Deberé concentrarme en lo esencial, en lo que garantiza MI IDENTIDAD.
• Y finalmente, frente a los nuevos escenarios, ADQUIRIR NUEVAS DESTREZAS.
Y finalmente paso a enumerar algunas de las ideas trabajadas, como dije al principio, en el marco del Movimiento Misionero Iberoamericano.
Conclusiones
Fruto del análisis llevado a cabo en diferentes reuniones de COMIBAM, luego sintetizadas por Jesús Londono y su equipo y hoy tamizadas por mí, les voy a resumir algunas pinceladas de este nuevo escenario futuro y sus características relacionadas con vuestra participación en la misión de Dios.
No estamos frente al fin de la misión como la hemos conocido. Estamos ante una nueva etapa en la historia de las misiones globales, donde nuevos actores, estrategias y recursos aparecerán en los escenarios globales, como ocurrió en etapas anteriores.
• Es un tiempo para restaurar, regenerar, renovar, refrescar —y por qué no reavivar el fuego misionero, el entendimiento para una nueva época y momento, la estrategia contextual a nuestra latitud, las diversas y nuevas formas de hacer misión, la aceptación de las equivocaciones del pasado, la necesidad imperiosa de unidad y no competencia.
• En este nuevo escenario no habrá centros de poder y control a nivel mundial, pero tampoco a nivel local; habrá una descentralización mucho más agresiva a nivel organizacional, estratégica y metodológica.
• Habrá un regreso a la sencillez y al trabajo orgánico que nos mantenga en equilibrio respecto a los megaplanes, las grandes estadísticas y los sobreénfasis en algunos lugares de la tierra.
• Se prevé que nuestro futuro en la misión pasará por el fortalecimiento de las redes fraternales, y no tanto de trabajo, y esto nos debe ayudar a enfocarnos en una obra misionera más personal que masificada.
• Es horaayudarrrrrrrrolocar de nuevo a la “persona” en el centro de nuestros programas, haciendo que el discipulado personal tome una alta relevancia en la tarea de mostrar a Jesús como Salvador, como lo vivió.
• Pasar a fortalecer las iglesias y los líSalvador,tivos. No hay más tiempo para mantenernos en el liderazgo de los campos de misión. Tenemos que menguar como fuerza misionera para que ellos crezcan. Al mismo tiempo.
• Retomar con profundidad y urgencia el diálogo pluralista de las narrativas religiosas, sociales y culturales, con un claro discurso que no sea confrontativo, ni avasallador, pero que mantenga la pertenencia y pertinencia bíblica, destacando a Jesucristo como “el camino, la verdad y la vida”, siendo agentes de paz y no de discriminación.
• Tenemos la responsabilidad de trabajar la redefinición de la Iglesia como cuerpo de Cristo que va más allá de ser una institución religiosa para volver a las raíces novotestamentarias de la comunidad.
• También debemos hacer la difícil pero necesaria pregunta sobre la pertinencia de las agencias misioneras y su papel dentro de la misión en el marco de las nuevas realidades.
Será imprescindible revisar cuidadosamente las agendas ideológicas y teológicas que provienen de otras latitudes. Estas agendas son el resultado de una globalización descarnada y arrolladora que nos ha empujado a abordar temas que no son prioritarios en nuestro contexto ni en el trabajo misionero desde nuestra perspectiva.
• No podemos visualizar nuestro futuro en la misión haciendo grandes planes a largo plazo como antaño, sino más bien caminando con cautela de la mano de Dios y proveyendo metas y objetivos a corto y mediano plazo; viviendo el día a día con una actitud analítica y reflexiva, y
• La misión seguirá siendo global, pero la estrategia de desplazamientos y viajes cambiará, obligándonos a encontrar nuevas vías para seguir presentes en todas las naciones.
Y finalmente estar atentos a esas puertas “sobrenaturales” que Dios va a ir abriendo mientras caminamos: “mientras van yendo…” (Mateo 28:18). Recordando cada día las palabras de Jesús:
“Y tengan por seguro esto: que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos”.
(Mateo 28:20b – NTV).
Daniel Díaz